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El más completo reportaje online de la capital de la Repúbica Checa
Contiene 12 capítulos por separado, que en realidad son reportajes fotográficos Quien admire Praga por su belleza y la ha visitado o ha vivido en ella, la revivirá en este reportaje Quien planee visitarla, debe repasarlo cuidadosamente y tendrá un idea global y a la vez detallada de qué encontrar allí y cuáles son los puntos que no debe obviar
 
Para acceder a los 12 capítulos de este reportaje que abordan los puntos más notables de Praga, o para disfrutar de imágenes especiales de la capital checa, debe hacer click sobre la fotografía que identifica a cada uno en el collage que viene a continuación:
 

por Pepe Forte/editor del Canal de Viajes de iFriedegg.com
y conductor de AUTOMANIA, programa radial dominical
de Automovilismo por WQBA 1140 AM,
y EL ATICO DE PEPE por WAQI 710 AM
ambas emisoras de UNIVISIÓN RADIO.


Todas las fotos son del autor

All rights reserved/Pepe Forte ©2013.
Pepe Forte es el diseñador de este website y de todas sus páginas.

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Praga, sin discusión, es una de las ciudades más bellas del mundo, y no resultaría exagerado decir que es el segundo París de Europa… y aún hay quien cree más hermosa a la capital de la República Checa.

Acaso el mejor momento para visitar Praga sea cuando lo hicimos nosotros, en el otoño, entre septiembre y octubre, cuando los árboles muestran los colores en el follaje de esa temporada del año y no hace calor ni el frío y la nieve que pueden venir después en el duro invierno que cubre a Europa Central y del Este. En esta época hay todavía cielos azules y la luz pre-invernal es rasante para un mayor dramatismo fotográfico. Hicimos el viaje en el 2012.
 
Llegamos allí tras vuelo primero Miami-New York en Delta Airlines, y luego transatlánticamente New York-Amsterdam en un 747 de KLM. Tras aterrizar al amanecer en la capital de Holanda, abordamos la conexión a Praga en un 737 de CSA, la histórica aerolínea checa.
 
Al mediodía del 16 de septiembre ya estábamos en el Hotel Central de la cadena K+K, céntricamente ubicado en el No. 10 de la calle Hibernská.
El Central es un hermoso edificio Art Nouveau construido en 1931.
Está a lado con el fastuoso Kempinski y, más que él mismo, el Kempinski, por exclusivo, nos sirve de punto de referencia al taxista cuando queremos volver al Central. En el Hotel Kempinski se hospedó en el 2009 Joaquín Sabina, y allí escribió su canción "Cristales de Bohemia", dedicada a Praga.

El punto culminante del Central en belleza interior es el restaurante principal, en el segundo piso.

La cuadra del hotel precisamente termina en la célebre Puerta de la Pólvora, que da la bienvenida a una de las áreas más turísticas de la ciudad, el Barrio Viejo de Praga —donde se halla el célebre Reloj Astronómico—, pero en sentido contrario también está en sus cercanías la Plaza Wenceslao, área obligada para el visitante.
La Puerta de la Pólvora, en un extremo de Calle Hibernská, a un paso de la entrada del Hotel Central de Praga, desde donde fue tomada esta fotografía.
 

Para quienes quieran tener a walking distance los puntos más importantes de Praga, el Hotel Central debe ser su opción.

Praga no sólo es la capital de la República Checa, sino su ciudad más grande —la No. 14 en talla de la Unión Europea—, y la joya de Bohemia. En torno al río Moldava, tiene una densidad poblacional intensa al acoger a 1.3 millones de habitantes, arropados por el típico clima de las llamadas temperaturas oceánicas, de veranos tibios e inviernos gélidos. Con más de mil años de existencia, fue fundada en las eras Gótica y Renacentista, y por eso lo mejor de su arquitectura pasa diametralmente por esas expresiones, pero cual una especie de buen catálogo de estilo, también ostenta el Barroco, el Rococó y hasta el Art Nouveau, del cual, podríamos decir sin temor a errar, que es una de sus mayores exponentes. Pero en especial por su acento barroco, no en balde el cineasta Milos Forman la empleó como escenario natural para el Mozart de su cinta “Amadeus”.

Desde 1992, el extenso centro histórico de la ciudad fue incluido en la lista de Sitios Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

En su momento, como ciudad, Praga integró el Imperio Austro-Húngaro. Después de la Primera Guerra Mundial, cuando nació Checoslovaquia al fundir la actual República Checa con Eslovaquia, se convirtió en capital.

El nombre de Praga —en original checo, Praha, y se pronuncia PRAJA—, es de raíz eslava y significa “vado” —un término geológico—, ya que fue fundada en los bancos del Moldava.

Praga ha tenido importante protagonismo político en la historia del mundo contemporáneo. Entre 1939 y 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, fue incorporada junto con el resto del país a la Alemania Nazi, pero al terminar la conflagración fue sometida a la órbita bolchevique de la Unión Soviética. Los checos, que nunca tuvieron vocación comunista, se sublevaron contra los designios de Moscú en 1968 en un evento conocido como la Primavera de Praga, y que halla su blueprint en el levantamiento de Budapest de 1956 y que, como aquél, fue aplastado por los tanques rusos. Como una burla a un pasado deshonroso, sin embargo en el presente post-soviético de Praga es fácil hallar memorabilia de la hoz y el martillo, en tiendas enteras dedicadas a ella.

También durante la Segunda Guerra Mundial fue en Praga que los insurgentes checos ejecutaron el atentado contra oficial nazi Reinhard Heydrich. Posteriormente, con Václav Havel y su manifiesto Capítulo 77 a la cabeza, al final de la década de los 80, Praga fue pionera en el deshielo del comunismo en la llamada Revolución de Terciopelo, que desembocó en la caída del Muro de Berlín.

Una vez abolido el comunismo y de regreso a la tradición democrática, el dueto checoslovaco acordó gentilmente escindirse, y hoy Eslovaquia es un amistoso estado independiente cuya capital es Bratislava, colindante con la actual República Checa. Praga conservó su corona de capital. Mas, de sus diversas etapas de crecimiento, probablemente la más notable es la del reinado de Carlos IV, Rey de Bohemia, que imperó entre 1346 y 1378, inmortalizado en el puente que lleva su nombre.

De ese período es la hermosa catedral gótica de San Vito, y el Castillo de Praga.
Praga reciben el presente millones de turistas que quedan fascinados con sus bellezas. El fotógrafo profesional o el aficionado debe asegurarse de llevar suficientes tarjetas, pues tomará tantas imágenes que un puñado de gigabytes no le alcanzaran para atrapar tal catarata de bellezas. Para los amantes de fotografía seria, Praga en blanco y negro tiene un tremedo potencial en su arquitectura y en sus escenas:
 
Nuestro recorrido comenzó después del mismo mediodía de nuestra llegada, a pie, hacia la Puerta de la Pólvora, a un paso del hotel.
La Puerta de la Pólvora, conocida también como la Torre de la Pólvora (su nombre original en checo es Prasná brána), fue una de las puertas originales de la ciudad, construida en el siglo XI en la era de Vladislav II, y hoy es uno de los símbolos de Praga.

En la época de su erección se le llamó la Torre Nueva, pero debe su nombre actual a cuando fue convertida en el polvorín de la ciudad en el siglo XVII. Su estilo se inspira en el del Puente Carlos, del constructor Peter Parler.

Una vez franqueada la puerta, continuando nuestra marcha por la calle Celetná —y aventurándonos en otras paralelas—, entramos en el viejo barrio de Praga. Cuadras y cuadras de tiendas desbordantes de souvenirs que tientan al turista.

Los ofrecimientos van desde los más comunes recordatorios como llaveros o gorras con el nombre de la capital y las célebres jarras cerveceras con los motivos más célebres de la ciudad, hasta artículos del finísimo cristal checo, de fama mundial.
Nosotros, empero, nos quedamoa más apegados a recuerdos de "más baja intensidad" monetaria, como éstos:
Este recorrido, fácil y entretenido, culmina en la Gran Plaza del Viejo Barrio de Praga.
El plato fuerte del sitio es el Reloj Astronómico, otro de los símbolos de la capital checa.
Todo un ingenio mecánico, el Reloj Astronómico de Praga, convoca una verdadera legión de turistas que sólo miran hacia arriba dirigiendo su vista a él cuando toca la hora y por dos ventanas que entonces se abren se asoman uno a uno los Doce Apóstoles.
El Reloj Astronómico —que también contempla un astrolabio que representa la posición del Sol y la Luna—, fue instalado en el año 1410 y es el tercero más viejo de su tipo en el mundo, pero es el único que funciona. Sus maestros relojeros y matemáticos fueron Mikulás de Kadan y Jan Sindel. Milagrosamente sobrevivió al contra-ataque nazi al alzamiento de Praga el 7 y 8 de mayo de 1945, cuando los hitlerianos desesperados ante la derrota lanzaron una ofensiva incendiaria sobre la ciudad.

A la torre del reloj se puede subir —hay que hacer una línea de espera— y desde allí se obtiene una magnífica vista del Barrio Viejo a vuelo de pájaro.

Aunque Praga puede definirse como una ciudad segura, el turista debe saber que este punto y ese momento del toque del reloj es aprovechado por los carteristas que se benefician del visitante distraído.

Esta área, absolutamente turística, es abundante en restaurantes, así que es un buen punto para paladear un típico menú checo y degustar una de las magníficas cervezas Pilsen del país.

Pero no sólo para los más vulgares sentidos puramente gustativos, Praga, como toda ciudad europea, es culturalmente intensa en ofertas, especialmente en el universo de la llamada música culta.

Los melómanos no deben perderse el museo dedicado al compositor checo Bedrich Smetana.
Ahora en sentido de marcha contrario, se hace necesario visitar la Plaza Wenceslao, uno de los polos capitales de la anatomía urbana de Praga.

En realidad, no es una plaza sino una gran alameda en lo que es el Barrio Nuevo de la ciudad, bautizada así en nombre de San Wenceslao, Santo Patrón de Bohemia.

Inicialmente conocida como el Konsky trh (el Mercado de los Caballos) en la época medieval, hoy tiene unas 7 cuadras de largo y corre en dirección Sureste-Noreste. A consecuencia de este trazado, con tal de obtener buenos resultados fotográficos, es mejor visitarla sobre el meridiano, para evitar el insoluble contraste de una acera soleada y la otra a la sombra.

La gran avenida está dominada mayormente por edificios de estilo neo-clásico, y en uno de sus extremos está enclavado el Museo Nacional Checo.
Pero arquitectónicamente hablando, nuestro inmueble favorito de la Plaza Wenceslao es el hermoso Hotel Evropa.

Para llegar allí, viniendo no de los alrededores, se puede abordar la Línea A del Metro y bajar en la estación Muzeum, una bien ocupada en lo que a pasajeros respecta.

Pero, ¿quién discute que los imanes más fuertes de Praga son el Castillo, la Catedral y el Puente? Y, de los tres, el Puente Carlos está en el primer Lugar.

No es un puente particularmente hermoso como los son otros del mundo, o tan arquitectónicamente portentoso como los puentes Alejandro III (o Puente Ruso), de París, el de Brooklyn, los puentes de las Cadenas y de la Libertad en Budapest, o el Tower Bridge de Londres. Pero se integra tan bien, tan bien, al paisaje circundante —¿o al revés?—, que se puede pasar horas contemplándolo desde la Avenida Smetanovo, o desde el Club Lávka (señalado en la imagen a continuación con la flecha color magenta).
Desde ahí y desde la citada avenida, detrás del puente hacia la izquierda, se recorta el barrio de Mala Strana y, en lo alto, el Castillo de Praga y la Catedral de San Vito.

El Puente Carlos, o Karluv most por su nombre original en checo, empezó a construirse bajo los auspicios del Rey Carlos IV, y fue terminado en el siglo XV. Originalmente se le llamó el Puente de Piedras, pero desde 1870 fue que adquirió el nombre de Puente Carlos. Como el único que cruzaba el Moldava hasta 1841, fue sin duda importantísimo para comunicar uno y otro lado de la ciudad.

Mide 621 metros de largo —que cuando uno lo desanda no parece tener esa longitud—, y 10 de ancho, y descansa sobre 16 arcos protegidos por 3 torres, dos del llamado Barrio Pequeño (Mala Strana) y una en el lado viejo de la ciudad. Lo decoran 30 estatuas de estilo Barroco, pero la mayoría de ellas son réplicas, pues las originales se conservan en museos.

Cuenta la leyenda que la primera piedra fue colocada a las 5:31 de la mañana del día 9 del mes 7 (julio) de 1357, y eso explica el enigmático número de 135797531 que lo decora. Es, a propósito, un número palindrómico, o sea, que se lee lo mismo de derecha izquierda que de izquierda a derecha, comenzando con el año en ambos extremos.

El fotógrafo puntilloso debe levantarse bien temprano para obtener buenas fotografías del Puente Carlos. La imagen clásica que todo el mundo toma es posible desde la citada calle Smetanovo, que lo revela perfectamente iluminado porque ése es el lado que besa el Sol de la mañana, rematado además por el pórtico y la torre de saludo al barrio de la Mala Strana, que es el más fotogénico extremo del puente. Debe ir temprano además porque para tomar fotos sobre el puente, desde tan pronto como las 8 de la mañana, éste ya es un hormiguero de locales y de turistas.

Desde hace años, el Puente fue cerrado al tráfico sobre ruedas.

De la aproximadamente media decena de puentes que cruzan el río, otro de los más importantes es el Mánesúv, hacia el lado derecho del Carlos, mirando hacia Mala Strana, y a cuyo pie se encuentra un delicioso restaurante, el Grossetto, sobre una barcaza anclada en el río, donde tuvimos un tardío almuerzo sobre las 3 de la tarde.

Mas quien va de prisa, siempre puede optar por una deliciosa porción de gyro o shawarma, tan común en las calles de las ciudades de Europa del Este y Central.
Y un helado, también...
En general, los ofrecimientos callejeros para el paladar en Praga son abundantes y asequibles en precio.
Pero aún falta otro ángulo para contemplar el Carlos y los demás puentes de Praga: desde su nivel en un viaje en cualquiera de los barquitos fluviales que transportan a los turistas río arriba y río abajo y que pasan por debajo de los puentes.
Nuestra recomendación es hacer el viaje al final de la tarde no sólo para descansar un poco de la caminata del día entero, sino para apreciar desde el Moldava la silueta crepuscular de la ciudad, recortada por un cielo que se vuelve una efímera acuarela de colores, y cómo, según se va adentrando en la noche, comienza a encender sus luces.
El premio es ver entonces Praga, el Castillo, la Catedral y su puente más famoso de noche, iluminados. Sin duda, una visión inolvidable.

A propósito, Praga de noche es también todo un espectáculo.

Crucemos entonces el pórtico al mundialmente famoso barrio de la Mala Strana.

La Mala Strana, que significa “el Pequeño Barrio” está del otro lado del puente y es una antiquísima parte de la ciudad fundada en el 1257 bajo el rey Ottokar II de Bohemia.
Esta zona de la capital es tan bella como las otras. Con su calles adoquinadas, la que sale del puente y que ahora se llama Mostecká (foto encima), pendiente, en tres cuadras te hace llegar a una hermosa plaza, importante enclave tranviario, donde se encuentra la catedral de San Nicolás.
Justo en esa esquina tuvimos nuestra primera cena en el Café Victoria en una mesa en la acera y, por cierto, nos atendió un joven moreno cubano feliz de trabajar allí, pero quien reconoció que después de cuatro años viviendo en Praga, todavía le resultaban difíciles el idioma y el frío.
Decidimos probar suerte con un típico menú checo:

Caminado por allí, no pudimos evitar sentirmos como cualquiera de los personajes de los “Cuentos de la Mala Strana”, de finales del siglo XIX, del autor checo Jan Neruda, y que leímos en nuestra adolescencia.

En una de las calles tropezamos con un adoquín perdido, que decidimos traernos a casa como recuerdo.

Pero una vez terminada la noche, hay que volver a Mala Strana de día, a por los dos platos fuertes que ofrece ese lado de la ciudad: el Palacio de Wallenstein, y la Catedral de San Vito.

 
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